El diestro malagueño Jiménez Fortes dio todo un recital de toreo puro y del valor más sincero y auténtico frente a un complejo lote de la aparatosa y descompensada mansada que lidió en Las Ventas la ganadería de Araúz de Robles, de la que también estuvieron por encima Morenito de Aranda y Adrián de Torres.
El único lunar de Fortes, en ambos toros, llegaría con la espada, lo que le impidió salir, como merecía lo realizado, por la Puerta Grande después de haber cortado tres o cuatro orejas, solo que, en este caso, la dimensión de lo que llevó a cabo toda la tarde queda muy por encima de la simpleza de un balance contable.
Porque a esa voluminosa y serísima mansada, que no regaló ni una sola embestida entregada, el de Málaga la toreó como si fuera buena, y no solo con una férrea determinación y absoluta quietud de plantas, sino también con una prodigiosa sutileza en los vuelos de su muleta y con un ajuste y una verdad escalofriantes.
Todo esto en una plaza donde, años atrás, vivió momentos pavorosos por la cornada en el cuello. Eso da otra dimensión a su toreo en una tarde en la que parecía poco posible hacer algo al menos decente.— EFE
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