Para quien observa y opina por un evento criminal ocurrido apenas unas horas, todo se reduce a conjeturas. Es inevitable las referencias periodísticas al crimen resultado de la calidad política de los asesinados, mucho más cuidadas que las del ámbito digital; buena parte de lo que se dice o escribe es más especulación que otra cosa y es un tanto ocioso invocar a los medios “responsabilidad”, sobre todo cuando el régimen obradorista inauguró el insulto, la agresión y la calumnia como forma regular de trato con quienes advertía como adversarios. El hecho, el homicidio de los cercanos colaboradores a la jefa de gobierno Clara Brugada, hace inevitable la avalancha de reflexiones, así como las obligadas expresiones de solidaridad al grupo y a las familias de los funcionarios finados a las que se suma el autor de este espacio. TE PUEDE INTERESAR: Censura: Padece la libertad de expresión la amenaza del crimen y del régimenLa noticia no sólo es una narrativa de testigos o de autoridades; se recrea con el video divulgado con sorprendente oportunidad en la que muestra el acto delictivo. Un asesinato de un sicario preparado para ejecutar con precisión y sin vacilación alguna. En este espectáculo de muerte a sangre fría es inevitable que el espectador se asuma en lugar de la víctima, él o a quienes más ama. Personificarse en la víctima cobra fuerza con la evidencia de que todo es posible en un país en el que se vive en estado de indefensión por la presencia abrumadora del crimen. Todos somos Ximena Guzmán y José Muñoz, proyección amenazante que se potencia con el hecho de ser funcionarios en la jerarquía del gobierno de la ciudad. Lo peor que se ha escuchado en estas horas, por mucho, viene del presidente del Senado, Gerardo Fernández Noroña. En momentos críticos, en los que se requiere de ponderación y mesura de quienes están investidos de autoridad, el portento de la indecencia política saca su espada flamígera para acusar a la derecha en abstracto, lo que quiere decir a la oposición, como responsables propiciadores del crimen por crear un ambiente de encono. Si de construir odio se trata, suficiente le resultaría verse en el espejo. Le cuesta mucho al senador contemplar las múltiples hipótesis que indican que la acción se origina y viene del crimen organizado, no de opositores ausentes prácticamente de todo, menos de la mente de quien suscribe la paranoia como carta de navegación.Las autoridades son las responsables no sólo de investigar los hechos y dar con los responsables materiales e intelectuales, también de conducir la comunicación a partir de la información veraz, precisa y oportuna. No todo se puede informar por razones propias del cuidado de la investigación que la misma ley determina, pero sí es necesario responder con la verdad a la especulación y la maledicencia desbordadas; se debe cuidar, primero que todo, a las víctimas y sus familias, las que muy probablemente, como se entiende de la colaboración en Milenio de Viridiana Ríos y otras opiniones, sean víctimas colaterales y sin relevancia respecto a un problema mayor que posiblemente exceda a la jefa de gobierno Clara Brugada. Precisamente eso es lo más preocupante en la especulación sobre la motivación del crimen, es decir, que sea una respuesta de los grupos delictivos a las autoridades federales y las de la ciudad por la embestida en curso contra sus acciones criminales. Un mensaje a manera de decir que en la guerra, su guerra, todos son objetivo, incluyendo personas que colaboran con quienes gobiernan. El sicario es un soldado que actúa a cuenta de alguien más. El atentado contra el periodista Ciro Gómez Leyva y todo lo acontecido es lección sobre la personalidad del ejecutor. En el caso de los colaboradores de la jefa de gobierno se la ciudad, se robustece la hipótesis de respuesta por detenciones, incautaciones o afectaciones a los grupos criminales que actúan en la entidad, interpretación que debe emprenderse, ratificarse o descalificarse no por los medios, sino por las autoridades a cargo de la investigación.Para el caso, lo único que nos queda después de la tragedia, como razón de supervivencia más que de consuelo, es que las autoridades puedan llegar a los responsables y que paguen las consecuencias de su acción delictiva en un país que ha normalizado la violencia criminal y la impunidad.
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