El ambiente de negocios en México se encuentra muy enrarecido, no solo por la violencia que prevalece, sino también por las circunstancias económicas actuales, donde el caos y la confusión se han vuelto parte del escenario de los negocios cotidianos. A principios del año pasado todavía hablábamos de crecimiento, previo a las elecciones presidenciales, y de las posibilidades de que México pudiera tener, al menos, bajo crecimiento. Ahora hablamos de no estar en negativos y decimos que todo resultado “arribita” de cero es muy bueno. ¿Qué está pasando en México? Vale la pena revisar cinco factores que, a mi punto de vista, están frenando inversiones y posibilidades de crecimiento. Hablar de la violencia y la criminalidad que existe actualmente está de más y de eso hablan muchos medios y columnas especializados, por lo que en este espacio lo dejaré de lado.Para comenzar, el día de ayer se dieron a conocer los datos confirmados de crecimiento económico del primer trimestre del año. El Producto Interno Bruto solo creció un 0.2 por ciento, casi nada en realidad y lo poco que hubo fue gracias al sector primario, que en esta época del año es cuando se recoge la mayoría de las cosechas. Ni la manufactura, ni el comercio ni los servicios, fueron capaces de darle al país un empujón económico. Ambos sectores, secundario y terciario, no tuvieron el dinamismo necesario para crecer y mucho menos para generar empleos. Las actividades secundarias decrecieron un 1.3 por ciento en este primer trimestre. Ya se empezaba a notar el efecto de los aranceles en el sector automotriz, principal área de exportación, y desde luego, el caos causado por la incertidumbre comercial que se vivió en las últimas semanas de enero y todo febrero, que impactó duramente a nuestra economía.TE PUEDE INTERESAR: Los nuevos males económicos: México, con ‘diabetes’Como parte de los componentes del crecimiento, el consumo nacional también se redujo un 1.6 por ciento, y al ser el componente más importante del Producto Interno Bruto, su impacto agravó las condiciones de mercado para los negocios. En este momento las empresas e instituciones en general enfrentan el reto de poder vender. Aunque el desempleo no es un tema relevante porque solo el 2.2 por ciento de la población económicamente activa no trabaja, la gente prefiere ahorrar que gastar ante la compleja situación económica que prevalece. La venta de autos nuevos, utilizada como un variable de aproximación a la expectativa de mercados, cayó 2.1 por ciento, señalando que los compradores no tienen confianza en las condiciones de empleo de mediano plazo, por lo que no compran productos que comprometan su ingreso de mediano plazo. Por si fuera poco, existe temor entre la población de que las nuevas condiciones de mercado, donde la inteligencia artificial tomará un papel protagónico, pudieran ser una causa importante para perder el empleo.A las condiciones económicas anteriores se suma un repunte de la inflación, que en la primera quincena de mayo alcanzó un 4.22 por ciento, desde un 3.93 por ciento de la quincena anterior. Esta combinación de bajo crecimiento con un aumento marginal de la inflación pone de manifiesto un proceso de estanflación, nulo crecimiento con inflación, una combinación muy dañina para cualquier economía sobre todo en condiciones tan complejas como las que enfrentamos en la actualidad. Para los negocios, la estanflación es muy peligrosa porque en condiciones de nulas o bajas ventas, y precios que suben constantemente, el empresario enfrenta un aumento acelerado de costos sin colocar productos en el mercado, situación que hace quebrar a muchas empresas, que ante la falta de capital de trabajo para poder aguantar la crisis, no tienen opción más que cerrar sus puertas. En muchas ocasiones no tienen dinero ni siquiera para poder liquidar a los trabajadores, proveedores y mucho menos, otros créditos que tuvieran. De esta forma, las empresas con más recursos se quedan con el mercado, concentrando muchos clientes en pocas empresas, que de inmediato tienen la tentación de subir los precios de sus productos o servicios, generando daños permanentes a la economía tanto en el presente como en el futuro. Como cuarto factor está la falta de créditos a las empresas para apoyar sus actividades. Para la micro y pequeña empresa formal, las necesidades de crédito son constantes. El capital de trabajo que se requiere para las operaciones cotidianas, el crédito necesario para comprar activos (máquinas, herramientas, computadoras) y algunas veces hasta para pagar impuestos, no llega porque los bancos no quieren tomar riesgos y las empresas no tienen su documentación en orden y completa. Por eso dentro del Plan México, propuesto por la presidenta Sheinbaum, los bancos deben hacer un esfuerzo para prestar dinero a este sector empresarial para afianzarlo dentro de sus mercados y permitirle madurar. Hay que recordar que en México el 95 por ciento de las empresas desaparece en los dos primeros años de operaciones, por falta de organización y desde luego, de dinero. A pesar de que las nuevas empresas Fintech son más “flexibles” en sus préstamos, sus tasas de interés resultan considerablemente más altas, lo que hace que las empresas no tengan acceso a estos créditos. Los bancos principalmente, y las instituciones financieras, no están ayudando al aparato productivo a crear las condiciones necesarias para que los negocios cuenten con el dinero suficiente para mantenerse no solo en el mercado sino también competitivos.Como último punto mencionar los aranceles, y aunque ya se ha hablado mucho de ellos, quiero mencionar no su efecto negativo en lo cuantitativo, sino su rol tan dañino en el ambiente de negocios, creando incertidumbre entre los inversionistas. Lo que está sucediendo a nivel mundial puede considerarse un hito en la historia. Nadie sabe lo que podrá ocurrir mañana en la mente de Trump y en consecuencia en el ámbito económico y de negocios de México y el mundo. El daño ocasionado con sus “ocurrencias” a la economía mexicana no tiene referencia previa. No me refiero a la imposición propiamente de los impuestos, sino al caos en el comercio internacional al no saber prácticamente nadie cómo determinar qué tanto porcentaje tiene un automóvil de componentes norteamericanos, o si un celular tiene que pagar más o menos aranceles solo por el lugar de origen de la marca y no necesariamente por dónde se fabricó. Proyectos que iniciarían en México este año por parte de empresas internacionales, fueron cancelados definitivamente y ya algunos de ellos se anunciaron para construirse en Estados Unidos para evitar los aranceles. Hoy hay empresas que están llevando parte de su producción al vecino del norte y hay otras tantas que están considerando llevarse toda la producción, dejando a nuestro país sin esos trabajos tan necesarios. Ni qué decir de la incertidumbre, peor que todo, que se ha creado alrededor de nuestro país. Hablar de nearshoring ya es prácticamente algo sin fundamento y que ha quedado en el pasado. Hemos llegado a un límite insospechado. Todos los que formamos parte del ambiente de negocios nos estamos conformando con lo “no tan malo”; los aranceles del 15 por ciento después de que eran de 25 por ciento no son tan malos, dice el secretario de Economía; el impuesto a las remesas del 5 por ciento y que lo bajaron al 3.5 por ciento tampoco está tan mal, hay que agradecer, dice la presidenta. Crecer al 0.2 por ciento tampoco está tan mal, al cabo es positivo y no caímos en recesión, dice el secretario de Hacienda. Después de todo, no estamos tan mal, podríamos estar peor.
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