El 24 de septiembre de 1952, los pasajeros del vuelo 575 vivieron momentos de terror al presentarse una explosión en el avión DC-3. Los misterios orígenes del percance sorprendieron a propios y extraños.
A los pocos minutos de haber despegado del aeropuerto central de la capital, un avión de Mexicana de Aviación que se dirigía a Oaxaca, se produjo un estallido en el compartimento de equipaje, que obligó al piloto Carlos Rodríguez Corona a aterrizar de emergencia en las instalaciones militares de Santa Lucía.
Gracias a las maniobras de Rodríguez Corona y su tripulación, el aterrizaje se logró con éxito, evitando con ello una tragedia de mayores proporciones. El incidente provocó daños significativos en la puerta de comunicación de la aeronave, además de heridos, entre ellos, una pareja de estadounidenses que viajaban en la unidad. A bordo se encontraban 17 pasajeros, y tres elementos de la tripulación.
Ante lo ocurrido, la aerolínea envió un avión de rescate para reanudar el vuelo que quedó inconcluso con destino a Oaxaca. En ese sentido, autoridades de diferentes niveles atrajeron el caso para esclarecer el origen de la explosión y dar con los responsables.
Un hombre, Ezequiel Camacho, de origen colombiano, se presentó en la redacción de Excélsior con un trozo de lámina aparentemente perteneciente a una de las puertas del avión, argumentando una versión en la que responsabilizó de los hechos a un hombre de apellido Noriega, quien habría llegado al aeropuerto portando un par de maletas mismas que depositó en el portaequipaje de la aeronave para luego desaparecer sin abordar el vuelo.
Aparentemente, Noriega habría ofrecido un empleo al hombre colombiano en la capital de Oaxaca, por ello, lo envió en el vuelo a dicha ciudad donde lo esperarían otras personas para darle instrucciones sobre sus actividades a desempeñar, según le habían comentado, en el rubro del turismo.
Al momento del despegue en el aeropuerto central de la ciudad de México el avión se encontraba en condiciones idóneas para emprender su viaje, según informó la comandancia del hangar y elementos de operaciones de la pista.
Los primeros resultados de las investigaciones arrojaron que una bomba de tiempo de fabricación casera había ocasionado la explosión del avión DC-3. Así lo reconocieron oficialmente autoridades de Mexicana de Aviación, quienes calificaron lo ocurrido como un acto de “sabotaje y criminalidad”.
La aeronave permaneció bajo investigación como elemento clave de los peritos de la entonces Procuraduría Federal de la República y la Dirección Federal de Seguridad, que indagaban sus estructuras dañadas. Al interior se encontraba la maleta en la que se encontraba el artefacto explosivo que ocasionó la emergencia aérea.
Como parte de la investigación periodística emprendida por Excélsior, este rotativo tuvo acceso a la lista de pasajeros entre quienes se encontraban “Rosendo Medina, Ester Magallanes Orozco, Juan Vargas, Ezequiel Camacho, Ramón Arellano, Yolanda Hernández, Carmen Bretón, Jesús Flores, Henry y Gertrudis Mankin, Laura Kennedy, Robert Cuppler, Arthur y June Barth, Margarita Mason, Margaret y Kathereen Maltz”.
Esta última esposa de Albert Maltz, un dirigente comunista radicado en Cuernavaca; en un inicio era parte de las indagatorias sobre la teoría de un posible atentado. Recientemente, el también escritor originario de Nueva York, había tenido fuertes diferencias entre su grupo político, situación que encendió las alarmas como posible móvil de los hechos.
Además, entre las diferentes versiones iniciales, se habló de un ataque dirigido a alguno de los pasajeros en particular con la finalidad de cobrar una fuerte suma de dinero como parte de un seguro de vida.
EL RESPONSABLE
Luego de 48 horas de investigaciones, salió a la luz el nombre de Emilio Arellano Schtelige, alias Eduardo Noriega, según información de Excélsior, “contrató a siete personas para morir y cobrar él dos millones de pesos en seguros de vida. En un maletín llevó al aeropuerto la bomba de tiempo que estalló en el compartimiento de equipajes del avión del CMA, a poco de haberse elevado la nave con dirección a Oaxaca, el miércoles pasado”.
“Estamos ante un criminal excepcional”, así describió a Emilio Arellano el entonces procurador de la República, Francisco González de la Vega, en un comunicado emitido por la dependencia a su cargo. Se ofreció una recompensa de 50 mil pesos para quien aportara información útil para dar con el paradero del hombre señalado por la autoridad de ser el responsable de los actos criminales de los aires.
Arellano, bajo el falso nombre de Eduardo Noriega, contrató a siete personas –cuatro hombres y tres mujeres- a quienes prometió un empleo en una oficina turística en Oaxaca. Era un engaño. Una vez que el avión explotara, el criminal cobraría una póliza de seguro de más de 2 millones de pesos.
Las personas que cayeron en la trampa desenmascararon al estafador, quien desapareció de inmediato sin dejar pistas de su paradero. Las pólizas de seguro fueron adquiridas por Arellano a nombre de cada una de sus víctimas.
El propio Ezequiel Camacho se acercó a Excélsior a explicar su versión de lo ocurrido “con el terror todavía en el semblante… traía en las ropas y en el sombrero partículas de madera y de metal en grandes cantidades”, se describió en estas páginas el 27 de septiembre de 1952.
Mientras tanto, las otras seis personas afectadas continuaron con el vuelo hasta Oaxaca con la intención de mantener sus empleos ofrecidos por Arellano. Se trataba de Ester Magallanes Cruz y su hijo Juan Vargas Vera, Yolanda Hernández Castillo, Jesús Flores Bretón y su esposa Carmen Castillo, así como Ramón Martínez de Arellano, este último identificado como tío del estafador
Las aseguradoras “La providencial” y “Monterrey”
El referido Arellano, según la descripción publicada por El Periódico de la Vida Nacional, “es un tipo teratológico de la más alta criminalidad, inteligente y astuto. Mide 1.79 a 1.80 de alto; tiene de 48 a 50 años. Es de color moreno claro, de nariz aguileña, de contextura delgada y ojos cafés obscuro. Ha viajado por toda la República y tiene afición por el comercio.”
“Arellano meditó y preparó su “golpe” durante varios meses, hasta obtener, no sabe cómo ni de dónde, la máquina infernal que habría de ser introducida al avión para que estallara cuando la nave estuviera en pleno vuelo”.
Informes dados a conocer de manera exclusiva por Excélsior, revelaron que Arellano era colaborador con un puesto clave dentro del teatro Esperanza Iris. La información fue confirmada por el empresario y administrador del inmueble, Paco Sierra, también esposo de la connotada actriz del mismo nombre. Sierra se refirió al hampón como “el ingeniero Arellano”, con quien, según sus palabras, tenía una relación cercana y recientemente habían tenido un malentendido debido a que el referido Arellano intentó estafarlo.
Al mismo tiempo, pudo confirmarse que Eduardo Noriega, era un pariente cercano a Arellano, que utilizó ese nombre para embaucar a siete personas. Posteriormente, la búsqueda del denominado por la prensa como “el dinamitero”, se extendió por todo el continente.
Al ser cuestionado, Sierra refirió no haber tenido noticia de quien consideró su “mano derecha”, como este consideraba a Arellano, durante los últimos meses, hasta unas cuantas semanas atrás que se encontraron de manera fortuita en la calle de Tacuba. En ese momento, el nombre de Sierra comenzó a despertar sospechas cobre un posible involucramiento en el caso.
La pareja sentimental de Arellano fue interrogada por Excélsior, al pedir su opinión sobre los cargos que se le inculpaban a su esposo, dijo “no creo una palabra de lo que han dicho de mi marido. Cierto que su nombre aparece en todos los documentos, y que las circunstancias están en su contra; pero ni así lo creo culpable”. Lo anterior lo expresó cubierta del rostro con una cortina desde el balcón de su casa.
Por su parte, la esposa de Sierra, la actriz Esperanza Iris, aseguró que su marido no había cometido ningún delito, “no, no es Paco el hombre que obraría de ese modo. Desde hace 18 años estoy casada con él y jamás he sabido que cometa mala acción alguna. Siempre busca hacer el bien a todo el mundo”, aseveró.
El 29 de septiembre de 1952, Arellano se entregó voluntariamente a las autoridades y señaló al también barítono, Paco Sierra, como el autor intelectual de estafa y atentado contra el avión de Mexicana de Aviación. Este último fue detenido más tarde junto con otras dos mujeres también implicadas en el delito.
“Es abrumadora la responsabilidad de ambos en el caso de la bomba que estalló en el avión”, aseguró el procurador de justicia capitalino
De acuerdo con los primeros reportes, Sierra habría financiado las operaciones de Arellano, aunque ya en calidad de detenidos, se dedicaron a inculparse el uno al otro hasta el grado de declarar que se encontraban asociados para financiar la fabricación de un aparato para predecir sismos.
Luego de enterarse de la detención de su esposo, Esperanza Iris sufrió una crisis nerviosa que le hizo enfermar. “En medio de la gran pena que significa saber que mi Paco está preso, he tenido la gran alegría de saber que el público de México está a mi lado. He recibido infinidad de telegramas y cartas, con adhesiones de mis amigos y personas que jamás he tratado. Asimismo, he recibido ramos de flores. Y un interminable desfile de visitantes”, mencionó la actriz.
Durante las averiguaciones judiciales, el barítono negó en todo momento las acusaciones en su contra, sin embargo, junto con su cómplice fue sentenciado a 30 años de prisión por el delito de tentativa de homicidio. El ya referido Arellano, murió en la Penitenciaría de Lecumberri, unos cuantos años antes completar su sentencia.
A pesar de que las autoridades sospechaban de la existencia de un tercer implicado en el atentado, tanto Arellano como Sierra negaron en todo momento la participación de alguien más en el plan para hacer estallar el avión en el que viajaban 20 personas para posteriormente cobrar los millonarios seguros de vida.
Casi 20 años después, Sierra salió de prisión, gracias a las reformas del entonces nuevo Código Penal que favoreció la disminución de su condena. Tras abandonar la cárcel EL 1º DE JUNIO DE 1971, retomó su carrera como barítono. Al recobrar la libertad, ya no pudo reunirse con Esperanza Iris, quien falleció en 1962 mientras él se encontraba recluido.
“Salgo sin complejos y sin odio ni rencor para nadie y para mis amigos que nunca me olvidaron, para la prensa en general, les envío en mi más cordial y fraternal abrazo todas las expresiones de mi reconocimiento y gratitud”, dijo a su llegada a su casa.