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Prohibición de comida chatarra en escuelas: el reto de no afectar la salud emocional de los niños

Prohibición de comida chatarra en escuelas: el reto de no afectar la salud emocional de los niños

“Clasificar los alimentos como buenos o malos, sin una explicación adecuada, puede detonar conductas negativas hacia la comida”, alerta Diana Cecilia Valdés Valdés, psicóloga educativa. Con la entrada en vigor de la prohibición de venta de comida chatarra en escuelas de todo el País, surge la necesidad de abordar esta medida desde una perspectiva integral que considere tanto la salud física como emocional de los estudiantes.

El 29 de marzo de 2025 entró en vigor el acuerdo emitido por la Secretaría de Educación Pública (SEP) y la Secretaría de Salud federal que prohíbe la venta de alimentos ultraprocesados en más de 258 mil escuelas del País. Esta medida, que forma parte de la estrategia nacional “Vida saludable”, busca reducir los índices de obesidad infantil, que en Coahuila alcanzan el 32.4 por ciento de los alumnos de primaria y el 39.3 por ciento en Secundaria.

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Para la psicóloga Diana Cecilia Valdés Valdés, aunque la prohibición de comida chatarra es positiva, su implementación ha carecido de estructura clara. “Es una gran medida, pero faltó estructurar cómo emplearla adecuadamente. Sin una guía adecuada, corremos el riesgo de generar desinformación y, lo que es peor, conductas alimentarias negativas”, explica.

La licenciada en Nutrición, María Fernanda Duque, coincide en que transformar el entorno alimenticio en las escuelas será positivo para el desarrollo de los niños. Sin embargo, advierte que padres, maestros y profesionales de la salud deben trabajar en conjunto para orientar adecuadamente a los niños sobre estos cambios, evitando que el mensaje genere miedo o culpa hacia ciertos alimentos.

EL RIESGO DE LOS MENSAJES AMBIGUOS

Ambas especialistas coinciden en que el principal riesgo de esta prohibición es que se aplique sin una adecuada educación nutricional tanto en casa como en la escuela. Valdés Valdés advierte que hablar incorrectamente de los alimentos, clasificándolos como “buenos” o “malos” sin ofrecer una explicación adecuada, puede generar rechazo o culpa hacia ciertos alimentos y predisponer a los niños a desarrollar trastornos de la conducta alimentaria.

Además, Duque menciona que las redes sociales pueden distorsionar la percepción de la alimentación saludable en los menores. “Es preocupante ver a niños replicando prácticas de internet sin consultar a profesionales. Esto puede generar una percepción distorsionada de la alimentación y aumentar el riesgo de trastornos alimenticios”, señala.

SEÑALES DE ALERTA Y EL PAPEL DEL AUTOESTIMA

La nutricionista también menciona cinco señales clave que pueden indicar un trastorno alimenticio: excesivo interés por contar calorías, dietas restrictivas, idas constantes al baño tras comer, miedo a engordar y comentarios negativos sobre el propio cuerpo.

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Por su parte, Valdés Valdés subraya que la autoestima juega un papel fundamental, ya que una imagen corporal deteriorada puede originarse por comentarios negativos o comparaciones físicas en el entorno escolar.

RECOMENDACIONES PARA UNA RELACIÓN SALUDABLE CON LA COMIDA

Para evitar caer en el miedo o la culpa al hablar de alimentación, Valdés Valdés sugiere promover el equilibrio alimenticio en lugar de imponer prohibiciones estrictas. “No se trata de prohibir ciertos alimentos, sino de enseñar que todos pueden formar parte de una dieta balanceada si se consumen con moderación”, afirma. Duque coincide en la importancia de establecer horarios regulares para las comidas y de crear un ambiente agradable al comer, evitando distracciones como la televisión.

Las especialistas destacan que el ejemplo de los cuidadores es crucial para que los niños desarrollen hábitos alimenticios saludables. “Los padres y cuidadores son el mayor ejemplo desde pequeños, y una buena relación con la comida por parte de los adultos se refleja directamente en los menores”, afirma Valdés Valdés.

La prohibición de la venta de comida chatarra en las escuelas representa un avance en la lucha contra la obesidad infantil, pero su efectividad depende de cómo se aborde el tema desde el entorno familiar y educativo. Implementar esta medida sin generar una cultura de miedo o culpa hacia la comida es el verdadero reto para padres, docentes y autoridades.

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