Aunque se hable poco de ellos, los primeros 1000 días de vida —desde la concepción hasta el segundo cumpleaños— son determinantes para la salud a lo largo del tiempo.
Investigaciones médicas, como las impulsadas por The Lancet y centros especializados como el Tec de Monterrey, han demostrado que esta etapa influye en aspectos tan diversos como el riesgo de obesidad, la formación del microbioma intestinal, el desarrollo del cerebro, y la aparición de enfermedades mentales y metabólicas.
El concepto ha ganado terreno entre especialistas en pediatría, nutrición y salud pública, pero aún está lejos de permear de forma efectiva en las políticas públicas mexicanas.
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Salud, cerebro y microbioma: lo que se forma antes de cumplir dos años
Durante los primeros mil días, el crecimiento del cuerpo y del cerebro es acelerado y altamente sensible a factores como la alimentación, el entorno afectivo y la estimulación.
Es en esta etapa cuando se forman la mayoría de las conexiones neuronales, se establecen los patrones metabólicos y se construyen las bases del sistema inmune.
El microbioma intestinal, por ejemplo, empieza a establecerse durante el parto y se ve influenciado por factores como el tipo de nacimiento (vaginal o cesárea) y la lactancia.
Una dieta rica en fibra y alimentos naturales desde los primeros meses puede reducir el riesgo de padecimientos como asma, alergias, obesidad e incluso depresión en etapas posteriores.
Además, la presencia de estrés, violencia o negligencia en el hogar tiene efectos comprobables en la arquitectura cerebral del niño, afectando su capacidad de aprendizaje, regulación emocional y salud mental a futuro.
México: muchos nacimientos, poca inversión
Pese a la contundencia de la evidencia científica, en México este periodo de la vida aún se encuentra subatendido. De acuerdo con Adriana Gidi, directora asociada del Centro de Primera Infancia del Tecnológico de Monterrey, la política pública mexicana sigue concentrada casi exclusivamente en los primeros dos años de vida, y luego se desvanece.
“Después de los 2 años, las visitas médicas se espacian y los niños todavía no entran al sistema educativo formal. Es una zona gris que queda fuera del radar institucional”, explicó Gidi en entrevista.
Esta omisión es grave si se considera que, según una encuesta nacional coordinada por el Tec, 6 de cada 10 niños mexicanos crecen en contextos de negligencia física o emocional, lo que impacta directamente en su salud física y mental.
El costo de no invertir: hasta 19 veces más caro
Más allá de las consecuencias humanas, la omisión también tiene un impacto económico. El premio Nobel James Heckman demostró en un estudio longitudinal que invertir en la primera infancia genera un retorno de entre 8 y 19 veces la inversión realizada, principalmente por la reducción en costos asociados a salud, justicia, educación y productividad.
Aun así, México invierte apenas entre el 0.5 y el 1.6% del PIB en políticas dirigidas a esta población, por debajo de las recomendaciones internacionales.
Hacia una agenda nacional de cuidado y educación temprana
La nueva serie de The Lancet sobre los siguientes 1000 días (de los 2 a los 5 años) refuerza la urgencia de mantener el acompañamiento del Estado más allá del segundo año de vida.
Según el estudio, solo el 29.9% de los niños en países de ingresos bajos y medios recibe cuidados sensibles y adecuados en esta etapa, y en México solo el 44% de los menores asiste a servicios de educación inicial o preescolar.
Organizaciones como el Centro de Primera Infancia del Tec, Fundación FEMSA, SIPINNA y el Pacto por la Primera Infancia han comenzado a articular esfuerzos con el objetivo de conectar la evidencia con tomadores de decisiones.
“Tenemos la oportunidad de cambiar la historia de millones de niños y niñas. No se trata solo de salud infantil, sino del futuro del país”, concluyó Gidi.
bgpa